Mía, amaba su café de achicoria recién tostado del café
Dumonde en nueva Orleans. Una verdadera delicia que no tenía comparación. Levantó la mano para que la chica que la
atendía recibiera su nueva orden.
-¿Si?
-¿Podrías
traerme unos beignets?
-Sin
problemas.
En
cuanto la muchacha se giró para dirigirse a la cocina, Mía notó a una silueta
masculina acercándose a su mesa. Ella llevaba muchísimo tiempo viviendo sola, a
sus 32 años, había casi asimilado la inminente soltería que avecinaba en su
futuro. Sinceramente, ya estaba acostumbrada a ser solo ella, en ese café, en
su casa, en su cama… el hombre llegó a su lado y Mía no quiso levantar la vista
ante él. Era preferible no hacer ningún contacto con hombres que no conocía,
bajo experiencias desagradables, era lo mejor. Era una mujer que llamaba la
atención… siempre. y estaba tan hastiada de ello, que por eso estaba tan bien
en su soledad. Muy pero que muy bien.
El tipo
tenía una voz muy suave, casi afeminada, su olor a tierra la penetró de una
forma desagradable.
-Una
mujer tan bella no debería andar sola por la noche…
Mía se obligó a si misma a mirar a aquel tipo. Era un hombre
de edad mediana, bordeaba, según ella, los 50. Su contextura era regordeta y
tenía una calva que derretiría a cualquier mujer sin cordura. Tenía las
mejillas y nariz enrojecidas y olía fuertemente a alcohol.
-¿Puedo
invitarte una cerveza?- dijo el hombre.
-No
bebo.
-Sólo
será una, ven conmigo.
El tipo
estiró una mano para tocarla, Mía se retiró de inmediato y lo fulminó con la mirada.
Ella era una mujer fuerte generalmente, pero en casos tan incómodos como estos,
tendía a intimidarse un poco.
-Dije
que no.
El tipo pareció indignarse evidentemente y frunciendo el
ceño, alzó la voz para luego golpear la mesa de mía.
-! No
seas zorra! tengo el suficiente dinero para llevarte a la cama conmigo.
Mía
sintió muchísimo miedo de lo que el tipo haría con ella a juzgar por su
actitud. Además era notorio su estado de ebriedad.
-La
mujer dijo que no, idiota ¿o estas sordo?
Mía
abrió los ojos como platos al escuchar el sonido tan profundo y ronco de la voz
masculina detrás del primer hombre que la agredía. El regordete psicópata se
dio la vuelta para mirar a los ojos al hombre que lo desafiaba. Tubo que
levantar su cabeza ridículamente, porque el que estaba detrás de él, le pasaba
al menos dos cabezas.
Mía se
sintió en las nubes tan solo al ver al ejemplo viril que la defendía. Era un
hombre asombrosamente guapo. Vestía de negro de pies a cabeza. Un jeans que
colgaba de sus caderas de una forma pecaminosa, una camiseta de Rush que estaba
espectacularmente ceñida a lo que se veía un cuerpo perfectamente trabajado y
atlético. Pero lo más encantador ese ese rostro, de rasgos afilados y
perfectos. Tenía unos maravillosos ojos avellana que brillaban ante la luz del
foco de la cafetería y una barba de dos días que le daba un aspecto intimidante
y letal. Su cabello negro, liso y largo hasta los hombros dejaban notar su
iluminada masculinidad.
-No me
das miedo marica. -dijo el calvo mirando hacia arriba con recelo.
-Ella
viene conmigo gilipollas.
Dos
segundos después, el calvo estaba volteando y retirándose de la mesa de Mía.
Miró a
los ojos al hombre de casi un metro noventa y cinco que tenía delante. él la
miró y su mirada era tan penetrante que casi la tira de su silla. Mía no se
consideraba gran cosa, y ante un hombre como este, se sintió pequeña e
insignificante. el tipo se veía como aquellos que solo traen problemas.
Ya
quería ella de esos problemas.
Nick tuvo
una extraña sensación cuando miró a los ojos a la mujer rubia que estaba
sentada en la mesa. Tenía una taza de café humeante ante ella y estaba
deliciosamente sensual sentada con sus piernas cruzadas. tenía una falta de
pinzas color caramelo y una blusa blanca de mangas cortas que alzaba sus pechos
de una forma que debería ser legal en la mayoría de los estados. Al ver que era
intimidada por un ebrio insistente, no aguantó el impulso de salir a
defenderla.
Era una
mujer fascinante. Sus ojos eran tan azules que casi parecían cristalinos y
tenía unos labios carnosos y rosas que imploraban ser besados. Normalmente Nick
no se sentía tan atraído de una mujer a la que no había cruzado siquiera Na
palabra, pero ella…
Cuando
la sacó de el problema calvo que creía era rival para él, se le quedó mirando
fijamente, tratando de esconder cualquier vestigio de emoción en el rostro. si
lograba convencer a la mujer de tener algo con él, debía ser fríamente y no
como un adolescente desesperado. A su edad, actuar así sería una vergüenza.
-¿Te
encuentras bien? -dijo con voz profunda y masculina.
Una
brisa corrió en dirección opuesta desde la puerta de la entrada del café, arrastrando
el aroma perfectamente masculino de él hacia su nariz directamente. su esencia
a sándalo y cuero la inundó, exaltando todas sus sensaciones enterradas.
El tipo
erra pura sensualidad.
-Lo
estoy, muchas gracias por defenderme, no era necesario, pero gracias.
Nick
enarcó una ceja mientras se acercaba un poco más a la mesa. Quería ser
cuidadoso de no asustarla.
No lo
hizo.
Estirando
su mano, se la tendió a ella y dijo:
-Nick
Petros.
Mía
observó su mano grande y callosa estirándose con cortesía en busca de la suya propia.
le tendió la de ella e inmediatamente gozó de la sensación de su piel áspera y
caliente.
-Mía
vivaldi. Es un placer.
Ella no
tenía ni idea de lo que significaba placer en él… ni idea.
-El
placer es mío. Sólo quería quitarte a ese tipo ebrio del camino, no pretendo
quitarte más tiempo.
Se dio
la vuelta rogando a los dioses que le pidiera volver. Apretó los puños y la
mandíbula mientras giraba en sus botas de motero para dar el primer paso hacia
la calle.
Mía
sintió un impulso casi infantil de llamar de vuelta a ese tío increíble. Él,
sin conocerla la había defendido y vamos… estaba como un tren.
-¿Puedo
invitarte un café, como agradecimiento?
Él se detuvo
y giró, mirándola de forma caliente. le regaló una media sonrisa que la
derritió al instante. Tubo que cruzar las piernas con fuerza para no sentir el
calor anhelante en el lugar central de su cuerpo. Ella juró que si no
estuvieran en un café…
-Un
café estaría bien.
Tomó asiento
junto a ella y entablaron una conversación circunstancial que les produjo a
ambos un placer indecible.
Mía se
deleitaba viendo los modales impecables que tenía Nick al comer y al hablar. Se
notaba un hombre culto y de buen pasar. Pero rayos, lo que menos le importaba
en ese instante era su situación económica. Ella lo quería con nada más en su
cuerpo que un corbatín y en su cama, duro para ella.
Nick la
miraba de reojo, no quería asustarla ni intimidarla con el deseo voraz que
sentía ante ella y su presencia. Su perfume femenino se le metía hasta la nuca
y sentía el estúpido impulso de enterrar su cara en el cabello de ella para
olerla y saborearla de cerca… tubo que esconder su erección al tener una serie
de imágenes eróticas de él y ella en la cama haciendo todas las posiciones que
pudo recordar en una fracción de
segundos… los cuales fueron suficientes para muchas…
-!Oh
dios mio! -dijo Mía al mirar su reloj de pulsera. -!ya pasa la media noche! no
se como no me eh dado cuenta de la hora antes. Es hora de que me valla, mañana
debo trabajar temprano.
Nick la
observó poniéndose de pie y dejando esas caderas curvilíneas ante su descarada
mirada.
-Quédate
un rato más…-rogó él deforma seductora.
-Se me
hará imposible tomar un taxi más tarde, lo lamento.
Mía
sabía que en el fondo un hombre como ese, no pasaría ni una noche con alguien
como ella. y si lo hacía era obviamente algo por una noche solamente.
Dioses,
al menos ella quería esa noche.
-Está
bien, pero déjame llevarte a tu casa.
Mía se
vio aceptando el ofrecimiento de aquel ejemplo de hombre.
La
llevó a su vehículo que estaba aparcado a un lado de Burbon Street. Era un Lamborghini
naranja oscuro. Toda una belleza. Subió al copiloto y le indicó a Nick como
llegar. Ella vivía en el barrio francés, así que estaban relativamente cerca. Al
llegar ella subió la escalera para pararse ante el departamento. Nick la siguió
en silencio, pero al despedirse de ella no logró controlar la ardiente idea de
tenerla debajo de él, mientras ella le acariciaba la espalda… hace tanto tiempo
que no tenía entre sus brazos a una mujer que…
Sin
saber bien que hacía la tomó por la cintura y la atrajo hasta sus labios. La
besó intensamente mientras su lengua la perforaba reclamándola en totalidad.
A Mía
le dio vueltas la cabeza al sentir los labios de Nick sobre los de ella de esa
manera. Todos sus sentidos se agudizaron ante el toque de su lengua con la de
ella. Su cuerpo se despertó en llamas y le lanzó los brazos por el cuello,
mientras él le recorría la garganta con la lengua caliente. Nick la apoyó
contra la puerta aprisionándola con fuerza. Ella pudo sentir su erección contra
la cadera que luchaba por ser liberada… dentro de ella…
-Déjame
saborearte aunque sea esta noche, bebé. -susurró Nick sobre sus labios.
Mía no
se hizo de rogar y abrió la puerta con cuidado y dejó caer las llaves en la
mesita del lado. Se dio la vuelta para caminar al dormitorio, pero Nick la
atrapó por la espalda y la alzó en brazos mientras caminaba en dirección recta.
Abrió la puerta de una patada y se introdujo con ella en el regazo. La besó a apasionadamente
y la depositó sobre la cama con suavidad. La dejó de espaldas al colchón y puso
su peso sobre ella de una forma alucinante y deliciosa. Ella gozó al ver como
el enterraba su nariz en la piel de su estómago, cómo si quisiera impregnarse
de el… una cosa rara pero muy agradable.
-Hueles
tan delicioso, Mía. Quiero estar dentro de ti.
Ella
sonrió al escuchar su sinceridad. Lo atrajo hasta sus labios besándolo con
fuerza, ella quería demostrarle lo buena amante que podía ser, aunque fuera por
esa sola noche. Nick le quitó la blusa y Mía no supo ni cómo… pero ahí estaba
desabrochándose el sujetador para dejar caer sus voluptuosos senos delante de
sus ojos. Nick disfrutó de la vista y bajó su cabeza para capturar un pecho con
la boca. Mía jadeó con fuerza mientras hundía sus manos en el cabello de él
para asirlo aun más a su cuerpo. Era una delicia esa lengua que tenía…
Nick guio
su manos hasta el otro pecho, ahuecándolo en su manos para mantenerlo suave y tibio
ante su palma. Era una sensación tan deliciosa, él quería tomarse su tiempo con
ella, quería saborearla centímetro a centímetro toda la noche. Bajó aun más la
mano hasta tocar sus rizos entre los muslos. Separó suavemente los pliegues de
su sexo e introdujo sus dedos en él, acariciando y regando fuego a su paso por él.
Tocó con la punta de los dedos, el clítoris que lo esperaba húmedo y caliente. Lo
estimuló mientras sostenía con la otra mano el ceno más arriba. Se levantó un
poco y capturó el pezón con la lengua, mientras introducía unos dedos en el
interior de ella profundamente. Ella gritó ante la fuerza del orgasmo que la
azotó de forma sorpresiva. Arqueó la espalda y gritó su nombre mientras se
contraía en millones de sensaciones alucinantes. Nick no se retiró hasta que
sintió el ultimo espasmo desaparecer por completo. La observó a los ojos, no
había nada más satisfactorio que ver a su compañera disfrutando del placer que
él podía darle. Ella seguía jadeante y necesitada de él. Quería sentirlo dentro
y disfrutar de la sensación de estar llena de un miembro duro y viril. Con rapidez,
giró en la cama quedando sobre él, a horcajadas se sentó sobre su estómago y se
inclinó y mordisqueó su mandíbula, haciéndolo respirar de forma entrecortada. Él
estiró las manos y le acarició las caderas con destreza. Ella siseó de placer
ante su toque. Lamió el pecho de Nick con dulzura enviando golpe de corriente
ante los nervios de su cuerpo entero. Ella lo miró con ojos juguetones y
sonriendo, Nick se excitó aun más, su miembro duro estaba palpitante de dolor
por poseerla de una vez. Pero no quería apresurarse en nada. Ella siguió
bajando dejando un camino de besos a su paso, llegó hasta su ingle, y levantó
la mirada para encontrárselo mirándola fijamente.
-Dioses
mujer, me estás matando…
Ella
sonrió aun más y abrió la boca para meterse el miembro dentro de ella. Chupó la
punta haciéndolo sisear con fuerza. Él lanzó el cuello hacia atrás y dejó qu el
placer lo embargara en libertad. Mía tomó la longitud de su pene con la mano,
mientras ella chupaba la punta con vehemencia. Luego la bajó y tomó suavemente
sus testículos en la mano, masajeándolos para llevarlo al borde de la locura.
Nick tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no correrse
en ese mismo instante, porque la mujer tenía una lengua de diosa y él ya no lo
soportaba más. Lentamente Mía subió por su torso para besarlo nuevamente en los
labios. Él sabía tan bien. Nick giró otra vez en la cama y la dejó una vez más
debajo de él. Esta vez la tomó por la cintura y la dio vuelta, dejándola de
espaldas contra él. Ella jadeó por lo que venía, él tomó una de sus piernas y
la levantó hacia atrás, luego se deslizó suavemente dentro de ella. Ella estaba
tan húmeda y caliente, que el placer que lo envolvió casi lo dejó ciego. Ella
estaba aprisionándolo entre su pared hirviendo y resbalosa. La embistió con
movimientos lentos y fuertes. Ella jadeaba y a ratos gritaba pidiéndole más, de
formas descaradas que lo excitaban en gran manera. Apuró el paso para
complacerla aun más.
Mía se
sintió en la gloria con él dentro de ella. Se sintió tan llena con ese miembro
grande y grueso, palpitante que la anhelaba a ella. Los movimientos la
enloquecían y ella pedía más, estaba tan encantada con ese pene detrás de ella
que sintió que explotaría de placer. Nick dirigió la mano hacia su sexo y le
frotó el clítoris al mismo tiempo que la penetraba, logrando una nueva
explosión de éxtasis en Mía, ella gritó y se retorció ante el segundo orgasmo
que la abatió y destruyó todas sus barreras e inhibiciones que podía tener. Ella
apretó tan fuerte su interior que lo arrastró junto con ella a la explosión de
placer propia. Se derramó dentro de ella, lanzándolo todo fuera y produciéndole
la sensación más maravillosa que había. Ella se dio la vuelta y él se recostó
sobre su pecho desnudo para descansar. Estaban extasiados y totalmente
encantados con lo que acababan de hacer. Ella acariciaba su cabello negro entre
los dedos mientras el trazaba círculos alrededor de uno de sus pezones erguidos
que él hace unos instantes había succionado con pasión. Entonces Nick levantó
la cabeza para mirarla a esos hermosos ojos azules que tanto habían llegado a
apreciar.
-Ah
sido un verdadero placer conocerte, Mía. Espero poder verte de nuevo.
Mía se
mordió el labio inferior de forma picarona.
-La
noche aún no termina, bebé. Si gustas puedes quedarte el tiempo que quieras.
Nick
sonrió sinceramente antes de contestar.
-Pues
eso te pesará luego, no te daré descanso hasta un buen tiempo.
Jugueteando
con sus labios, Mía lo besó profundamente y sintió como el fuego volvía a
despertar en ella. Se dio cuenta de que a él, también le estaba pasando. Sonrió
y le dijo:
-Bienvenido
a mi hogar, tigre.
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