-Menudo cumpleaños.
Kat estaba tan enfadada que
hacía rechinar sus dientes con fuerza. Había salido disparada cuando la
llamaron de la editorial para que se encargara de un artículo importantísimo
que vinculaba un Senador con una red de trata de blancas. era la
oportunidad de su vida y no quería arruinarlo por nada, pero inesperadamente la
tormenta más vengativa que había vivido, se había montado en su camino, como
quién fuera tras ella. Miró a su alrededor. el camino esta inundado y las
llantas del vehículo chirriaron al hundirse en un bache lleno de fango. Agitó
los brazos con temor hasta que escuchó como la llanta reventaba y dejaba escapar
el aire fuera de él. Lanzó una maldición por lo bajo y golpeó el volante con
ambas manos furiosa.
-Parece que Dios, está de
acuerdo con algún ente maligno en contra mía hoy. -dijo con pesar. -no lograré
llegar a la editorial. Miró hacia afuera armándose del valor
necesario para salir hasta el asfalto y bajo la inminente y despiadada lluvia
solo para cambiar una llanta.
Era una broma, todo debía
ser una broma ¿ella cambiando una llanta? solo lo había visto en las películas
y siempre llegaba un asesino en serie amenazándola con asesinarla de la forma
más atroz y horrenda.
Kat reconoció que
veía demasiadas películas de terror.se armó de garras y abrió la
puerta del auto poniendo un pie fuera de él. La primera reacción fue la de un
escalofrío que la recorrió completa. Había hundido sus zapatos de Jimmy Choo
tan profundo en el lodo que sintió como su cartera vibraba al perder los
cuatrocientos sesenta dólares que costaron.
-¿Que más da? son solo de
la última colección. -Dijo con dolor superficial y un deje de sarcasmo.
En cuanto puso ambos pies fuera del auto notó
como el viento movía su falda hasta darle un volumen atrevido. Sintió como sus
piernas se empapaban de la lluvia que parecía hacerse más violenta y
despiadada. Caminó hasta la parte trasera del auto y notó como las lágrimas se
le asomaban a los ojos. Era sentimiento de impotencia al ver que era tan inútil
que no podía ser capaz de cambiar una llanta. Entonces oyó un ruido muy, pero
que muy familiar. el rugido de un motor, que enfundado en la sensualidad y la
elegancia, le trajeron bastos recuerdos de su paso por un millonario que le
había roto el corazón. Miró hacia atrás y vio un jaguar negro metalizado que se
acercaba con potencia y autoridad hasta donde se encontraba. El auto apagó su
motor y bajó unos de sus vidrios polarizados para poder hacer contacto visual.
-Señorita, ¿puedo ayudarle
en algo?
La mirada de kat se intensificó y brilló por
la agradable sorpresa que tenía delante de ella. El tipo era rubio de risos
sensuales que caían hasta sus hombros. Su piel era bronceada y en su sonrisa se
marcaban un par de hoyuelos que le robaron el aliento. No sabía si sería tan
bello completo o solo su rostro le hacía sentir tan acalorada.-Tengo una llanta
muerta.
Max contempló a la mujer
casi boquiabierta. Estaba empapada de pies a cabeza y esa blusa blanca
estaba traslúcida sobre sus pechos completamente mojados. La imagen de esos pezones
erectos y grandes le provocó una erección inmediata. Era realmente bella; tenía
el cabello largo y ondeado hasta su espalda baja, color castaño que
aparentemente esta oscurecido por el agua de lluvia sobre él. Y esos ojos
azules que destellaban pasión, lo hizo desearla de tal manera que se tensó
dolorosamente su entrepierna. La observó con su falda recatada y ondeando con
la ventisca. Al acercarse en su auto y ver que otro estaba a un lado del
camino, no imaginó que sería una mujer. Menos una como esa…
-Si quieres puedo llevarte
a una estación de servicios.
Kat imaginó que el tipo la
secuestraba y hacía quien sabe que más con ella… sinceramente, esos labios
pedían a gritos ser besados…
-No puedo abandonar mi
auto, tengo que llegar a San francisco y solo tengo veinte minutos.
Max rió por lo bajo dejando
al aire esos hoyuelos sensuales y ligeros.
-Mi apartamento está cerca.
Puedes llamar desde allá y avisar que te retrasarás. Enviaré una grúa por tu auto.
La sonrisa que
le dio le provocó una convulsión. Era imposible negarse,
su voz era tan profunda y sensual que la estremecía pese al fuerte estruendo de
rayos y truenos sobre su conversación.
-¿No vas a secuestrarme y violarme?
Max tiñó su sonrisa
con una pícara expresión que le robó el aliento a Kat.
-No haré nada que tú no
quieras…
Algo alarmantemente sucio
y sexual se despertó en Kat y supo entonces que lo que haría, no se debe hacer.
Rodeó el Jaguar para tomar asiento en el copiloto, no sin antes recoger de su
auto su bolso y sus llaves. Tomó asiento sin dejar de contemplar el impactante
cuerpo de ese dios griego que tenía a su lado. Estaba tan radiante que podría haber
cerrado un poco los ojos. El aroma a perfume de hombre le inundó los sentidos
dejándola mareada de sensaciones encontradas. El tipo solo llevaba una camisa Armani
a rayas azul cielo, arremangadas en los antebrazos y un pantalón de pinzas de
tela gris. Entre su tela se notaba un cuerpo trabajado y aterradoramente
sensual. la miró con una sonrisa arrebatadora y alzó la mano para presentarse.
-Maximilian Deveroux.
-Katherine Smith.
-Pues Kat, te llevaré a
mi dulce, dulce hogar.
Dieron un par de vueltas y
efectivamente vivía cerca de donde ella quedó varada. Al decir a
apartamento fue realmente humilde. Era más como dos loft en uno y
tenía más lujos de los que ella había visto en una sola habitación. Atravesaron
el umbral y Max lanzó las llaves a una fuente de cristal junto a la
puerta. De inmediato la inundó un olor muy suave y floral y
la tibieza de ese mismo entorno se le caló profundo.
-Ponte cómoda, te traeré
algo seco para que puedas ponerte.
El solo hecho de imaginara
a Max trayéndole ropa íntima provocó que Kat se humedeciera en lugares
precisos. Contempló como su abultado trasero se movía a través de los
pantalones elegantes rumbo a una habitación fuera de su vista, ¿como iba a
tomar asiento así de mojada? no quería ensuciar la pulcritud de su
extremadamente limpio hogar. Se acercó hasta una puerta atractiva y notó que
era una habitación de baño. La abrió y notó que era tan grande como la sala. Llena
de mármol de vetas grises por todos lados y una bañera de pies que exageraba el
lujo. Gigantesca y tentadora. Se imaginó a ella misma tomando un baño de
burbujas en ella.
-¿Quieres tomar un baño?
Kat pegó un respingo al
escuchar la sensual voz de Max en su espalda.
-¿Puedo?
-¡Claro! te traje algo de
ropa seca.
Le puso en las manos un
pantalón deportivo de mujer y una camiseta de mangas cortas. Dejó en el piso un
par de tenis pequeños.
-Así que vives con una
mujer…
Max notó como cambiaba su
expresión. Le pareció muy divertido su arranque de celos sutiles, sobre todo
viniendo de alguien a quien no conoce en absoluto.
-¿Estas celosa?
Kat se paró con los brazos
en jarras, indignada ante la acusación.
-Estas loco.
-Pues, no vivo con nadie. Esta
ropa es de una amiga que se pasa por aquí de vez en cuando.
Si claro, Kat no se tragaba
nada de nada.
-Si me lo permites, me daré
una ducha.
Por la mente de Max de inmediato
se cruzaron un millar de imágenes eróticas en donde Kat le daba placer en la
ducha. se contuvo, pero no pudo evitar mirarle los pechos con descaro.
-¿Necesitas ayuda?
Kat no alcanzó a formar una
palabra cuando Max se había lanzado a sus labios, reclamándola como suya. El
impacto de las sensaciones le explotó en la cabeza. Se dejó guiar por la gran
atracción que sintió desde el primer momento que lo vio en la carretera. Era
exponente de masculinidad y no podía negarlo ni resistírsele. Le devolvió el
beso enterrando su lengua arduamente contra la suya. Jugueteaban sin cesar
frotándose ambas lenguas en una danza de fuego y pasión. Max asió a Kat con
descaro. La trajo a su cuerpo despertando todos sus instintos masculinos. Se excitó
tanto de sentir sus pechos mojados sobre el torso que no aguantó más y le quitó
la blusa. le recorrió la línea de la columna con un dedo,
provocando un millar de escalofríos en ella.
Kat enterró sus manos en el
cabello largo sedoso de Max, tendiéndole una trampa hacia su deseoso y húmedo
cuerpo. Se separó un poco de su torso permitiéndole tener una mayor visión de
sus pechos.
Max se extasió con el
descaro de aquella invitación y abandonó sus labios para deslizarlos por sus pezones
endurecidos y succionarlos con suavidad, elevando la temperatura
entre ambos.
Kat soltó un jadeo de
placer reverberante y provocó que la erección de Max fuera
insuperable. Tomó la nuca de él mientras le besaba los pechos y lo apretó para
que lo hiciera con más fuerza. le dio vueltas la cabeza y se sintió
contraída por tanto placer.
-Oh santo dios…
Max la contempló ante él
como una ninfa que había sido lanzada a sus brazos. Deslizó su falda hasta el
piso y Kat dio dos pasos para quitársela de en medio. Luego con
dos dedos le deslizó
las bragas quitándoselas completamente. Era excitante tenerla
completamente desnuda y el totalmente vestido. Volvió a sus
labios, humedeciéndolos con su saliva y extenuando su agitación sobre
ella. Recorrió su vientre con los dedos hasta llegar a los rizos
de su entrepierna. Estaba perfectamente depilada y suave. Sintió
como Kat se estremecía por el roce íntimo que él le estaba dando. Entonces
separó los labios con suavidad e introdujo dos dedos en su interior.
Kat soltó un gemido cuando lo hizo y arqueó la espalda recibiendo la ola de
placer que este le daba. La besó mientras la tocaba y penetraba con los
dedos, deseándola aún más.
Kat sintió que explotaba de
placer. Cuando Max la tocaba por dentro. Continuó besándola y revolviendo
dentro de ella como un condenado. Ella se apartó de golpe y lo miró a los ojos
con una sonrisa traviesa.
-¿Pasa algo? -le dijo Max
extrañado.
-Vienes a la ducha ¿O no?
Max sonrió mientras se
quitaba la camisa de seda. Vio como Kat corría como una niña hacia la
bañera de patas y cerraba las cortinas. Se quitó los pantalones y sintió el
vapor del agua caliente penetrando tras la cortina. La silueta de Kat desnuda y
chorreante de agua cristalina lo llevó al éxtasis.
Kat vio a Max acercarse y
abrir las cortinas de la tina para meterse con ella dentro. Tenía el pene
palpitante y muy grueso, algo que hizo mojar más a Kat. Él entró y se colocó
detrás de ella, apuñalándola con su erección. Tomó un frasco de shampoo de la
repisa delante de ella y se untó un poco en las manos. Tomó una esponja
y comenzó a frotarla con sensualidad por el pecho y el vientre. Kat estiró
los brazos hacia atrás y rodeó el cuello de él ampliando su espacio. Se apegó
tanto, rozando su trasero en su pene que Max quedó sin aliento.
Max tomó a Kat con fuerza y
la dio vuelta para mirarla a la cara. le acarició la mejilla con el
pulgar y la besó con pasión. Profundizó tanto su beso que Kat creyó
que la tragaría. Le tomó la cintura con fuerza, casi levantándola de la
superficie de la bañera y con la otra mano le tomó un muslo y se lo rodeó a la
cadera. Kat aceptó con obediencia el control que tomó su compañero y se
dejó hacer con libertad. Sintió como el enorme pene grueso
e increíblemente duro de Max entraba en ella llenándola por completo. Soltó un
gemido que podría haberse declarado un pecado y mordisqueó la oreja de
Max suavemente. Hizo movimientos de abajo hacia arriba y de adelante hacia
atrás dejándola aterradoramente extasiada.
Max sintió como la humedad
y el calor de Kat le envolvía el miembro provocándole la ola
de placer más intensa que pudiera experimentar. Ella era maravillosa y tenía un
aroma y una suavidad que lo dejaban completamente enloquecido y
extenuado. La embistió con fuerza, pegándola al muro del baño
y haciéndole saltar los pechos sobre su torso. Ella gemía y
pronunciaba su nombre. Con su mano perdida, cerró la llave del agua y
la acarició tierna mente en el cabello. La giró con talento e
hizo que se recostara en la amplia tina de loza antigua. Kat siguió con ese
poderoso control que la envolvía, sin decir una palabra contra ello. Se
apoyó y acomodó dándole la bienvenida a ese cuerpo musculoso y
caliente que le robaba el aliento. Acarició sus bíceps y sus oblicuos
con gesto de hambre. Quería devorarlo centímetro a centímetro
sin que nadie la interrumpiese.
Max
la miró atentamente en su sexo. No había nada que le gustara mas que
verla Húmeda y brillante por causa de él.
-Ábrete para mi, Kat. -le
dijo sensualmente.
Kat no se reprimió ante su
deseo y con ambas manos abrió los pliegues de su sexo y le permitió verla
profundamente.
Max se agachó y rosó su
lengua por la caliente y húmeda piel de su intimidad, le provocó una ola de
sensaciones exquisitas que no quería que terminaran jamás. La penetró con la
lengua bebiendo de su néctar y extasiándose con él sin vuelta atrás. La besó y
succionó con arrebato mientras sentía la mano de Kat presionándole la nuca y
oyendo sus gritos de placer. Jugaba con su
clítoris besándolo suavemente.
Disfrutó como se arqueaba y
gemía de placer al sentir el orgasmo. Se excitó tanto que la penetró
de inmediato embistiéndola con fuerza y sujetándola fuertemente por
la cadera para llevarla al ritmo de sus embestidas. Kat no cesaba de lanzar
palabras de deseo y de gemir de placer. Ambos
respiraban entrecortadamente y el corazón les latía al unísono sin
control alguno. Le sujetó un pecho con la mano y con la otra se apoyó en el
borde de la tina para apresurar el paso. Sintió como Kat contraía sus músculos
interiores al tener un segundo orgasmo que lo arrastró junto con ella, llevándoselo
a un lugar recóndito del que no quería salir jamás. se apoyó en su
pecho, exhausto, mientras recuperaba el aliento y la movilidad.
-Ah sido maravilloso.
-Tú estuviste maravillosa,
Kat.
Kat pestañeó varias veces
antes de decirle muy seria.
-Y ¿volveremos a vernos?
-¿De que hablas? aún no eh
terminado contigo, esto está recién comenzando.
Se irguió nuevamente
y Kat contempló como estaba recuperando su erección.
-Veo que necesitaré varios
cambios de ropa.
-Eso puede solucionarse sin
problemas.
Se inclinó hacia ella una
vez más y la besó con la misma intensidad que hace un momento.
El sonido estrepitante y magnifico de los “Rolling Stone” sonaba
complaciente por los altoparlantes del Chevrolet spark gris plateado de
Serena. Iba rumbo a la ciudad de california, específicamente, a
Hollywood. Tenía toda la fe y la esperanza puesta en una cita con una
firma importante de modelos establecida allá y como culmine de su sueño
realizado, no dejaría que se le escapara de las manos en absoluto.
El viento entraba por la ventanilla del vehículo y
Serena estaba fascinada con la música y la tremenda emoción que la
embargaba.
–Nada puede salir mal. –Se dijo. –Es sólo cosa de llegar entera y reluciente.
Su cabello castaño rojizo ondeaba al viento y sus grandes ojos azules reflejaban las múltiples luces del atardecer.
Antes de que se pudiese dar cuenta, y tan sumida en sus
propios pensamientos mientras cantaba la canción a todo pulmón, un
auto, pasó de ella fuertemente, dejando una ola de polvo suspendido en
el aire y metiéndose por su nariz con violencia. Serena miró de frente
tratando de ver con claridad, pero sólo logró ver un Mercedes
descapotable, negro metalizado que pasaba con total frenesí delante de
sus ojos.
–¿Pero qué rayos…?
Frunció el ceño y comenzó a toser violentamente ante el
polvo inhalado directo a sus pulmones. Detuvo el vehículo y estacionó
junto a la carretera. Estaban en medio del desierto y el polvo y la
arena abundaban por doquier ¿Quién rayos llevaría tanta prisa como para
pasar así y levantar esa nube? Molesta hasta el tuétano, emprendió
nuevamente la marcha y siguió su rumbo. Más adelante y poseída por un
hambre atroz, se detuvo frente a una cafetería que estaba junto al
camino. Ya acaecía la tarde y las luces de destellos anaranjados estaban
en la culmine para dar el paso al anochecer impetuoso del desierto.
El letrero del local decía en letras grandes y rojas “El
paso”. Miró el estacionamiento plagado de vehículos y entonces se dio
cuenta del Mercedes descapotable que estaba estacionado ahí. ¿Sería el
mismo que le llenó de arena y polvo las entrañas hace poco menos de
media hora? Volvió a mirar el letrero y a Serena le sonó a un local de
comida mexicana, pero al entrar notó el olor a hamburguesas y café y el
orden ambiental, daban el aspecto de la típica cafetería americana. Le
sentó como anillo al dedo.
Tomó asiento en la barra, una mujer regordeta y de tez
clara acudió de inmediato a tomar su pedido. Habían pocos asientos
desocupados y solo había espacio en aquella barra junto a un hombre alto
que tomaba una taza de café a su lado. No reparó en absoluto a mirarlo,
las tripas gruñían y parecían tener la intención de devorarse las unas a
las otras si no les daba algo con que entretenerse rápido. Checó su
cambio, no tenía mucho dinero, en su vida normal, ella no era una
persona de una economía estable, al contrario, había pasado la mayor
parte de su tiempo sobreviviendo con lo que ganaba en una pequeña
librería donde ella hacía de vendedora a tiempo completo. La vida no le
había sonreído en nada. Durante años había aprendido a subsistir con muy
poco dinero, pocas pertenencias y una vida solitaria y amarga.
El golpe de suerte vino después, cuando en una reunión de
organismos particulares, su amiga le había solicitado reemplazar a una
modelo que no había llegado al evento. El ultraje de modas, era un
acontecimiento que Serena se daba el lujo de disfrutar una vez al año
junto a su amiga, quien trabajaba como manejadora de esa agencia. Daba
el caso que la modelo faltante era de la misma estatura y talla de
Serena y luego de improvisar en la pasarela, supo que eso quería hacer
para siempre. Las felicitaciones fueron rejuvenecedoras, el dinero que
ganó esa noche le dio para vivir el mes completo sin preocupaciones y
las fotos le dieron el paso para preparar su folio y ofrecerlo a aquella
a la que iba encaminada esa noche.
No se lo perdería por nada.
Se lo cuestionó, es cierto, a sus veintidós años, era
difícil que lograra que la contrataran, pero debido al éxito de aquella
noche y los contactos hechos, tenía cartas para jugar.
Y jugaba a ganador.
–¿Café? –preguntó la camarera.
–Negro, por favor.
La mujer se dio media vuelta para tomar la cafetera y
llenar una taza grande delante de ella. Serena se prendó al instante de
un muffins de chip de chocolate que estaba sobre la encimera, su boca se
hizo agua con dolor. Tenía tanta hambre y solo tenía unos pocos dólares
que gastar. Si lo gastaba todo, no tendría ni para una llamada local a
su amiga en la ciudad.
–¿Le doy el panecillo? –preguntó la camarera.
Serena medito y luego asintió con la cabeza tristemente.
Lo haría, su gula se lo pedía y ella obedecería sin chistar. Tomó el
panecillo y lo partió en trozos pequeños, se llevó uno a la boca y lo
tragó con un sorbo de café.
–Ese era el último, y lo quería para mí.
Serena salió de su ensoñación y observó al hombre junto a
ella en la barra, tragó en seco ante la imagen que le penetró como
fuego.
El tipo era increíblemente alto, se le notaba incluso al
estar sentado junto a ella. Bordeaba los treinta y sus ojos eran de un
color inexistente, mezcla de verde y gris, reflejaban una luz que ahí no
había y era difícil desprenderse de ellos.
–¿Perdón?
El tipo se pasó una mano por el cabello rubio oscuro y
largo hasta los hombros, acto, que derribó todas las barreras que Serena
había levantado contra los hombres que conocía. Él sonrió y su cara se
plagó de hoyuelos inmaculados que lanzaban por tierra cualquier sospecha
en contra suya.
Era un maldito dios.
–Dije, que ese panecillo lo quería para mí… –sonrió
coqueto antes de continuar. –pero viendo como lo saboreas, te perdonaré
la vida.
Su autocomplacencia llenó de ira a Serena, quien no
entendió cuál era la finalidad de aquel hombre arrogante ante ella. Se
preparó para gritarle con toda su altivez femenina.
George no estaba prestando atención alguna a nadie en
aquel lugar. Si había algo que odiara profundamente en la vida, era la
gente. Una ironía debido a su trabajo. Relacionador púbico. Echó el ojo a
aquel muffins que estaba detrás de la barra y sus ojos se prendaron de
él de inmediato. Era un loco por los dulces y pasteles, empedernido
repostero frustrado y amante de la comida cacera. Se disponía a pedirlo,
cuando vio que la camarera lo tomaba y se lo daba a la chica que
estaba a su lado. Iba a reprenderla, porque ese panecillo, debía ser de
él. Posesivo por naturaleza, George estaba acostumbrado a tener lo que
quería… siempre y sin excepciones.
Miro el panecillo pasando de la chica, le exigió sin
siquiera mirarla, pero cuando ella le puso los ojos encima, notó lo
bella que era. Su cabello castaño estaba tan lustroso que podría haberse
reflejado en él y sus ojos, azul profundo parecían invitarle a nadar en
sus aguas. Bajó su mirada a aquella boca rosada y palpitante que le
pedían a gritos ser besados con ardor. Su piel blanquecina y de
porcelana se veía tan suave que tuvo que reprimir un insidioso impulso
por tocarle…. Oh sí, tocarle.
Le cedió el panecillo en una coquetería que derretiría a
cualquier mujer, como solía hacerlo cada vez que usaba su virilidad y su
sarcasmo educado. Pero la respuesta de ella lo dejó estupefacto en
cuanto vio sus manos enroscadas en su cintura y con los ojos ardiendo de
furia… furia hacia él.
–¿Tu…. Me perdonas la vida a mí? Maldito arrogante, te lo regalo, anda, debes tener hambre.
Serena corrió el plato y lo dejó enfrente de sus narices, retándolo a comerlo.
–No sé por qué te molesta tanto. –dijo George frunciendo el ceño divertido. –Dije que te lo quedaras, ¿no?
–¿No lo quieres? Pues mejor para mí. Cerdo.
Corrió el plato nuevamente y lo dispuso frente a ella.
Comenzó a comerlo con el gesto más enfadado que había visto jamás. Era
una verdadera pantera. Eso, a George, le pareció encantador.
Había tenido un día horrible, su Mercedes había pinchado
hacía media hora en la carretera y tuvo que salir pitando antes de que
perdiera todo el aire hasta el taller mecánico que estaba junto a la
cafetería en la que se encontraba. El mecánico le había dicho que lo
llevara en un rato, ya que estaba a punto de sacar otro que debía
reparar. Así que tranquilamente había pasado por un café para hacer la
hora.
¿Qué diablos le ocurría a esa mujer? Fuera lo que fuese, le parecía encantador.
Ella era una tentación.
George vio como la mujer se ponía de pie y preguntaba por
el baño. La camarera se lo indicó y en cuanto desapreció de su vista,
George le dio dinero a la camarera por su comida y le dio un poco más,
la camarera lo miró extrañada.
–Pagaré lo que ella comió.
La mujer recibió el dinero y George se levantó
arrastrando su largo abrigo negro junto a él. Las noches en el desierto
eran aterradoramente frías y aun le quedaba un rato en el mecánico por
esa llanta reventada. Salió sin mirar atrás en ningún momento, dejando
atrás a la chica enfurruñada.
Serena salió del baño, sintiéndose aun molesta, pero algo
avergonzada. Había tomado por costumbre responder ante hombres
magníficos de esa forma, era una capa que se había formado para no estar
expuesta.
No otra vez.
Terminó su café de un sorbo y notó que el tipo ya se
había marchado. Mejor, no quería mirarlo a la cara una vez más y evitar
golpearlo. Estiró la mano para, temblorosamente, pagar por lo consumido,
pero ante esto, la camarera negó con la cabeza.
–Está pagado.
Serena frunció el ceño.
–No eh pagado aún, por favor, tome el dinero.
La camarera negó otra vez.
–El tipo a su lado, dejó pagado lo que usted comió.
¡Oh por todos los cielos! El muy bastardo quería
humillarla de la forma en que más le dolía. Pero pese a su inminente
rabia, se contuvo, al fin y al cabo, ya no le vería ese rostro de rasgos
afilados y perfectos. No lo vería más.
Salió del café y caminó hasta su Chevrolet. Se subió y
metió la llave para darle partida. Pero el vehículo chisporroteó
fuertemente y luego sólo hizo caso omiso a la orden de partir. Serena
golpeó el volante con ambas manos por la impotencia de que ahora, en ese
preciso momento, el auto le fuera un insulto.
–¡Maldición!
Fue dentro una vez más y consultó por un taller mecánico,
le indicaron que junto al café había uno pequeño y no muy caro, más
allá había un motel donde podría pasar la noche.
El viento comenzó a azotar y la camarera le advirtió de
una tormenta que probablemente caería debido a la fecha. Las lluvias en
el desierto eran tan poco probables, como sorpresivas. Todo sea menos un
tornado. –se dijo. Para colmo, tendría que gastar el único dinero que
poseía en el auto y la habitación.
–Dese prisa, señorita, el motel se llenará a estas horas y no tendrá donde quedarse.
La pena mezclada con la ira se apoderó de Serena. Corrió
hasta el taller mecánico y para su horrenda sorpresa, aquel exuberante
macho estaba de pié junto al mercedes, que supo de inmediato, era el
mismo que la hizo tragar polvo hacia unas horas.
¿Era alguna especie de karma? ¿un castigo de los dioses?
Se frotó las cienes y entró como la dama que era. Mirando en alto y
poniendo en evidencia un orgullo que no poseía.
Saludó al hombre manchado de grasa y envuelto en un mono y le consultó.
–Lo lamento mucho, señorita, no puedo tomar ningún
vehículo hasta terminar con el Fiat que tengo tumbado. – ambos miraron
hacia el único vehículo que llenaba el pequeño taller. –mientras no
termine este, no puedo hacer nada, pero con gusto lo terminaré después.
George miró con sorpresiva diversión el caminar pululante
y sutil de la mujer que estaba en el café. No imaginó verla de nuevo y
menos buscando lo mismo que él; reparar su auto. Ella caminó elegante
ante el hombre dueño del taller y exigió que la atendieran primero. Se
veía molesta y a punto de romper en las lágrimas. Bueno, no era su
costumbre ser un déspota implacable, pero también tenía ganas de ver
hasta donde llegaba su dominante presencia ahí junto a él.
–Usted no entiende ¡necesito mi auto y lo necesito ahora!
El hombre sacudió la cabeza y miró a George.
–Lo lamento, él señor está primero y no puedo pasarlo por en sima solo porque usted está histérica.
-¡¿HISTERICA YO?!
George miró al mecánico con una sonrisa divertida.
–Lo sé, –dijo George. –es una pequeña fiera, ya me tocó mi porción hace un rato. –rió.
Serena se sintió presa de su burla y como si la hubieran
azotado con látigo en mano, se volvió a George y lo fulminó con la
mirada antes de gritarle a todo pulmón:
-¡TÚ! ¡MALDITO CERDO BURLESCO! ¿A quién le llamas fiera? ¿Eh? ¿Quién te crees que eres?
Como llevado por un impulso sobre humano, George se
adelantó evadiendo el escándalo de la mujer y le habló al mecánico en el
oído.
–Ey, creo que puedo esperar más tiempo, repara el suyo antes que el mío antes de que nos coma vivo, ¿ok?
El mecánico miro a Serena y le dijo:
–Señorita, prometo tener su auto al amanecer, ¿está bien?
Serena se calmó un poco y asintió con la cabeza, se dio
media vuelta ignorando al tipo arrogante que tenía un toque especial y
mágico para sacarla de sus casillas. Salió del taller y emprendió camino
al motel que estaba metros más allá. El viento gélido se le caló en los
huesos y tubo unas ganas tremendamente incontenibles de haberse quedado
en casa. La entrevista era al medio día del día siguiente y tendría que
salir al alba si quería llegar a tiempo. Recorrió el pórtico de la
entrada y al llegar, tocó la campanilla de la administración. Un joven
salió desde adentro, llevaba un mondadientes en la boca y las uñas
sucias.
–No hay habitaciones. –Dijo secamente importándole una
mierda que afuera estuviera corriendo viento y comenzaran a caer
pequeñas gotas de la lluvia que amenazaba volverse contra ella con toda
su ímpetu.
–Debe estar bromeando, sólo quiero una pequeña, nada complicado, es sólo por esta…
–No hay. –interrumpió el joven. –Solo había una y se reservó hace más de una hora atrás.
¡No podía ser! ¡Continuaría la venganza del universo
contra ella! Golpeó el piso con los tacones fuertemente, enviando un
entumecimiento por la pierna que se intensificó en dolor al echar a
caminar fuera del motel. Estaba frustrada, molesta y terriblemente
cansada. Se sentó, abrazándose a sí misma, en la orilla de la entrada y
ahí, en esa posición, comenzó a llorar.
Estaba tan helado y las gotas ahora eran más constantes,
no la mojaban, pero apoyaban la fuerza superior que la hacía llorar.
Lloró y se acongojó con la rabia por dentro, el dolor de
la pierna se acrecentó y el frío le adormeció las manos y las piernas
desnudas. Era un mal día para haber elegido un vestido de algodón. Era
un mal día para todo.
George caminó hacia el motel donde pasaría su noche en el
desierto. Tenía que estar temprano en la oficina al día siguiente y con
la espera, inesperada, extra que tendría su jodida llanta, era mejor
armarse de paciencia. La tormenta de la que todos hablaban estaba dando
ya sus primeros indicios y él no quería estar afuera para vivirla en
carne propia. Caminó hasta la entrada y al cruzar la puerta, volteó la
cabeza y vio una figura pequeña encogida en el piso de la entrada detrás
de él. Estaba llorando y George supo que era la pequeña fiera que
estaba empeñada en reñir con él.
Le pareció entender de qué se trataba, quizás había ido
en busca de una habitación y cuando el reservó la suya, le informaron
que era la última disponible.
Que mala suerte.
La hermosa mujer estaba envuelta en un delgado vestido
azul de algodón corto. Y dejaba sus hombros y piernas esbeltas al
descubierto. El frio que hacía mataría hasta al más fuerte de los
hombres y George se sintió culpable de su mala suerte. Caminó hasta ella
haciendo el menor de los ruidos y se quitó el abrigo para ponerlo sobre
sus hombros. La vio temblorosa y se acariciaba una pierna fuertemente.
Cuando la cubrió, ella se volvió mirando hacia arriba y esos ojos tan
azules, estaba enrojecidos y plagados de lágrimas.
–¿Qué pudo haber derrotado a tan fuerte mujer? Mataré a quién sea… –bromeó.
Serena no sonrió. Se pasó las muñecas por las mejillas,
quitando el rastro de lágrimas, pero pronto éstas volvían a abrirse
paso, empapándola de nuevo. Sintió con sorpresa lo agradable del calor
manando del abrigo. Estaba impregnado de un olor masculino exquisito y
por un momento, sintió las ganas más extremas de quedarse envuelta en él
para siempre. Miró a esos ojos verdes, que ya no le parecían tan
malditamente capullos y observó los hoyuelos de aquel hombre con
tibieza. Si tan solo fueran otras las circunstancias, ella querría
hincar el diente ante aquel filete de primera.
–Nada que te importe. –dijo la defensiva.
–Ok entiendo que me has declarado la guerra, pero al
menos debes saber el nombre de tu antagonista. –estiró una mano, enorme y
fibrosa, ante ella invitando a estrecharla en saludo. –George Myles.
Serena miró la mano y se negó a estrecharla. Había
demasiado que gritarle a la cara como para hacerlo. Pero aun así se
presentó, mirándolo a los ojos.
–Serena Richmond.
George bajó la mirada y sonrió de lado, gesto que provocó en Serena un millón de escalofríos recorriéndola.
–Déjame adivinar… ¿No has podido coger habitación, no es verdad?
Serena enmudeció, pero levantando el mentón con orgullo respondió:
–No todos tenemos tanta suerte, ¿no? Dormir afuera no me hará menos mujer.
–Pues no, te hará una paleta helada y considerando que comenzó a llover…
Serena puso los ojos en blanco y se levantó de golpe,
sacándose el abrigo de los hombros y devolviéndoselo a George con
violencia. Se lo estampó en el pecho y enseguida se dio cuenta de lo
duro que tenía los músculos de su torso…
Maldita sea…
–Ok, serena, a pesar de que me odias a muerte, –dijo
George con una voz profunda y ronca cargada de paciencia y sensualidad.
–resulta, que tengo una habitación caliente ahí dentro y no me
molestaría compartirla contigo, si prometes no morderme.
Serena se enfurruñó y se preparaba para gritarle, cuando
sintió, una vez más la tibieza del abrigo cubriéndole los hombros.
George, con una paciencia de la cual jamás había sido testigo, la cubrió
una vez más para protegerla del frío. Iba a responderle, cuando el agua
comenzó a caer del cielo sin compasión. Se miraron fijamente y Georg
sonrió de forma devastadora.
–Ya no tienes escapatoria.
La tomó de la mano y la obligó a correr por el angosto pacillo y llegar hasta su habitación reservada.
George estaba encantado con la fuerza e ímpetu de Serena y
se sintió alagado de tener una belleza así en su cama… bueno…
prácticamente.
Sacó la llave de su gabardina y la metió en el cerrojo
para abrirla. Entró y detrás serena, quien se quedó de pié junto a la
única cama de dos cuerpos en medio del espacio.
George la miró de pies a cabeza. Era una mujer
terriblemente sensual, y ella estaba consciente de ello. Su piel estaba
pálida y cojeaba débilmente de su pierna derecha. Estaba mojada, no
sabía cuánto rato había estado sentada ahí llorando y las gotas que
iniciaron la lluvia se ensañaron con la pequeña mujer. Dejó sus
pertenecías en la mesita de nohe y se paró frente a serena, a quien tuvo
que mirar dos cabezas hacia abajo para poder enfrentarla.
–Escucha, si no te cambias esa ropa, te dará algo o
peor, te pondrás de más mal humor y la tomarás conmigo, así que creo que
debes darte una ducha tibia y vestirte del albornoz del baño, mientras
tu ropa se seca ¿bien?
Serena lo miro a los ojos sin expresión alguna.
–¿Por qué eres tan amable conmigo sin conocerme?
George sonrió. De una forma tan encantadora y devastadora
que serena juró darle todo lo que quería porque la abrazara durante la
noche. Pero se sacudió la cabeza rápidamente ante ese ridículo
pensamiento.
–La gente siempre muestra su mejor cara ante los
extraños, te dicen lo que quieres oír, son amables, educados y siempre
encantadores eso es basura, con sólo un rato de entablar conversación te
das cuenta de que jamás son así, tu, por alguna razón que aun no
comprendo, te mostraste tal cual eres delante de mí sin conocerme de
nada. Si esa es tu forma de ser… lo que viene ahora, será miel
seguramente.
Serena sonrió inconscientemente y se dio cuenta de ello, pero no lo ocultó.
–Está bien. –Dijo serena calmada. –Es tiempo de una tregua.
–Eso funciona para mí. –Dijo George sonriendo con calidez. –Ahora, ve a darte una ducha tibia.
Serena entro al baño y se quitó el vestido para dejarlo
colgado de un perchero detrás de la puerta. Se metió a la ducha y largó
el agua, dejando que se entibiara sobre su piel. Era inmensamente
agradable y muy pronto sintió que la temperatura normal que correspondía
volvía a recorrerla. Salió y se secó, envolviéndose en el albornoz que
había colgado.
–Joder…
Era increíblemente pequeño, apenas le cubría el pecho y
las piernas, pero estaba seco y tapaba lo necesario. ¿Cómo diablos iba a
dormir en la misma cama con un hombre completamente extraño? ¿Acaso
tenía elección alguna?
George se quitó la corbata y la camisa, dejándola en un
perchero detrás de la puerta de entrada. Se desabotonó el pantalón y se
recostó sobre la colcha de la gran cama.
Oh sí, el debería dormir en el piso y estaba asimilándolo como un hombre.
Pero que ganas de ponerle las manos encima a esa piel de
porcelana. Si se concentraba un poco, podía sentir su calor cerca. Sus
manos recorriendo esas increíbles curvas y su boca tomando uno de sus
senos en la boca. Era como estar frente a un pastel de chocolate y saber
que no debes comerlo. Eso lo hace aún más deseable. Serena era
completamente deseable.
Escuchó la ducha detenerse y luego de unos segundos, la
puerta del cuarto de baño se abrió, para dejar salir a una reluciente
muñeca con el cabello mojado y oscurecido. Llevaba el albornoz tan
ceñido que sus pechos se traslucían y sus piernas quedaban al
descubierto en totalidad, dejando el límite de su intimidad con poco
para la imaginación…
Deliciosa….
Serena se exaltó por el asalto de esa mirada ardiente.
–No me mires de esa forma. –Dijo seria.
–Lo siento, no es común tener a una mujer tan hermosa delante de los ojos y no poder tocarla.
¿Quién dice que no? Pensó Serena.
–Ya, eso dices tú.
–Eso debe pensar el resto del mundo si te ha visto alguna vez, Serena, eres hermosa.
Serena puso los ojos en blanco y caminó hacia el borde de
la cama. Si seguía mirando ese torso desnudo, la dejaría sin aliento, y
es que al percatar esa musculatura… dioses, debería ser ilegal ser tan
malditamente sensual y varonil.
George notó el cojeo de Serena y en cuanto ella se sentó
en la cama tímidamente, le tomó la pierna por el tobillo, asiéndola
sobre su regazo y dejando a Serena con una mueca de espanto digna de una
película de terror.
–¿Pero qué diablos…?
–Mmm… como temí. Tienes un esguince en el tobillo,
debiste dar un mal paso… -miro a Serena a los ojos y notó la expresión
irónica en él, era cierto, había dado sólo malos pasos aquel día. –Ok,
que sea “otro” mal paso. Ven, te haré un masaje.
–¡Ey! No vas a tocarme…
George sonrió divertido, abrió el cajoncillo de la mesa
de noche y sacó una crema, típica en los moteles de paso. Sacó la tapa y
arrastró un poco de la crema, untándola en sus manos, para luego frotar
una con otra y comenzar con la indebida exploración.
Serena estaba a punto de espetar, pero cuando esas manos
calidad le tocaron la piel, toda cordura la abandonó al instante.
Esas manos…. Madre del amor hermoso, que hombre tan
talentoso. Cerró los ojos y se recostó hacia atrás, relajándose al
máximo mientras George masajeaba la planta de sus pies, subía y bajaba
hasta su rodilla y viceversa, rosando apenas su muslo…
George estaba fascinado por la cercanía que estaba
provocando, su piel era increíblemente suave y el aroma que exudaba,
femenino y acogedor, le hizo la boca agua. Suavemente masajeó el pie,
luego el tobillo y luego comenzó a hacer movimientos ascendentes hasta
rosar por completo sus muslos, de adentro, hacia afuera.
Estaba completamente excitado, su erección gritaba por
ser liberada de dentro de sus pantalones, formaba un bulto que le
resultaba rasante al dolor. Era cierto, al mirar esas caderas rebosantes
de femineidad, sus deseos más ocultos despertaban.
Quería hacerla suya, complacerla y tomarla, saborearla, lamerla hasta que rogara piedad.
Serena estaba extasiada, sentía sus manos en todo su
cuerpo, habían subido hasta sus caderas y cuando los brazos rodearon su
cintura, apretó la boca y se mordió el labio inferior, soltando un jadeo
involuntario. Sintió su boca, besándole el ombligo y entonces recordó
que solo llevaba las bragas de encaje azul cielo debajo del albornoz.
Abrió los ojos rápidamente y levantó la cabeza para buscar su mirada,
pero al hacerlo, un par de ojos verdes la prendieron, George abrió la
boca y atrapó sus labios entre los de él, arrastrándola en un rio de
deseo arrebatador., su lengua era una experimentada odisea y la exploró
rincón a rincón, violándola en cada espacio.
Serena estaba mojada de sentir sus labios sobre los de ella y esas grandes manos sobre su cuerpo semi desnudo.
Abrió los ojos y George se separó de ella para observarla
y analizar la reacción del arrebato que acababa de tener con ella.
–No debes hacer nada que no quieras, Serena. Dime ahora si debo detenerme.
Serena tenía una mirada oscurecida y la voz ronca y
profunda, susurrándole sensualmente pegado a sus labios, no permitían
que ella respondiera con cordura.
–Quiero que me toques, George…
George estaba enloquecido, despacio, abrió el albornoz de
Serena y su cuerpo esbelto y delicado quedó ante sus ojos, tenía el
estómago plano y sus pechos voluptuosos irguieron rebotantes antes sus
ojos. los pezones se endurecieron y rugaron al instante. Observó de
arriba abajo y se detuvo en esas bragas azul cielo de encaje que le
gritaron ser arrancados con los dientes.
–Eres tan hermosa…
Serena rió divertida, George ya no veía esa fiera
atacándolo en la calle, veía una mujer cálida y exquisita que ansiaba
devorar centímetro a centímetro.
Se agachó y besó su torso, mandando descargas eléctricas
por su columna. Serena se desprendió de su albornoz y quedó casi desnuda
ante esos ojos avellana que la acosaban. La tomó por las caderas y
levantó su cola para quitarle las bragas, que al tomarla percató de cuan
mojada estaba por él. Serena abrió las piernas descaradamente y dejó su
sexo abierto ante él. Hambriento, se inclinó y rodeó sus caderas con
los brazos, asaltando su sexo con la boca como un lobo feroz ante una
carnada deliciosa y expectante. Su sexo estaba tan delicioso que en sus
labios podía saborearlo por completo.
–Eres deliciosa, serena.
Serena jadeó ante el asalto de sus labio, mordisqueaba
sus labios con ternura y cada lametón dejaba un rastro de temblores a su
paso.
–Dioses, George…
George continuó su paseo de lengua viva y levantó una
mano para introducir dos dedos dentro de su hendidura, ella jadeó y eso
le excitó aún más, abrió los pliegues y metió su lengua tan profunda
como pudo, bebiendo de sus jugos con asombroso apetito. Ella sabía a
gloria y no deseaba salir de ahí jamás, podía lamérselo toda la noche y
sentir como se corría en su boca una y otra vez…
Buscó su clítoris y lo estimuló mordisqueándolo
ligeramente con los dientes, ella gritaba y arqueaba su espalda,
tomándolo del cabello suavemente y haciendo que se hundiera más profundo
dentro de su sexo.
Oh sí, lo estaba disfrutando enormemente.
Serena sintió como una ola de energía se avecinaba y lo
que eso conllevaba la sacaba de control, sintió como George se separó un
poco de su sexo y la miró con los ojos oscuros de pasión.
–Ábrete para mí, serena, anda…
Serena no sabía que ente la llevaba poseída, pero ante su
asombro. Hizo caso. Con ambas manos, separó los pliegues para dejar al
descubierto su sexo, extremadamente humedecido y caliente, anhelando
ser nuevamente lamido y penetrado por George.
Él vio cómo se ofrecía y enterró otra vez la boca ahí,
dentro de ella, estaba más mojada que antes y bebió de su néctar más que
agradecido, sintió como su clítoris se erectaba y se ponía más
caliente, cuando supo que ella se correría, la incitó, lamiendo más
rápido y más fuerte y penetrándola con tres dedos profundamente.
–Córrete, serena, córrete en mi boca, quiero beber de tu esencia.
Serena perdió los estribos, una ola de placer
inimaginable la recorrió de forma abrupta, arqueó la espalda y lanzó la
cabeza hacia atrás gritando desde el fondo de su garganta, no le importó
que los demás escucharan, solo se concentró en el placer que George le
estaba dando y en ese instante, supo que él podría hacer lo que le
placiera con ella y no chistaría si quiera.
George saboreó hasta el último espasmo de serena, dejando
que se consumiera por su lengua de fuego, siguió ahí, lamiendo y
succionando aunque ella le rogara que se detuviera, no lo hizo. Se
separó solo cuando ella lo llamó a tomarla de otra forma. Entonces se
irguió y la besó en los labios.
Serena se saboreó a ella misma en los labios de George,
era increíble cuanto placer le había hecho sentir y está dispuesta
darle una porción de su propia cosecha. Se dio rápidamente la vuelta y
fue George quien quedó recostado de espaldas. Serena se acomodó entre
sus piernas y con cuidado, desabotonó los pantalones de él,
quitándoselos y lanzándolos al piso. El miembro de George salió
disparado y latente ante sus ojos. Ella lo tomó con ambas manos y
comenzó a frotarlos de arriba abajo. Era increíblemente grande y estaba
asombrosamente duro y caliente, parecía gritarle que se lo llevara
dentro apresuradamente, pero ella quería tomarse su tiempo debido.
Teniendo su saco en una mano y el largo miembro en la otra, se agachó
para llevárselo a la boca.
George soltó un jadeo.
Serena chupó su punta, lamiendo como una diosa
experimentada. Frotaba con su mano y succionaba la punta, bebiendo del
líquido que soltaba y que para ella era el éxtasis puro con nombre y
apellido. No pudo evitar mirarlo a los ojos mientras lo hacía, el estaba
atento a todos sus movimientos, hundiendo los dedos en su cabello y
llevando un ritmo o ligero que no atentaba contra su propia voluntad.
Estaba tan delicioso…
George se sentía en el cielo. Las manos de serena y su
lengua… dioses… esa lengua, se reclinaba a mirarla y su cabello bañaba
sus caderas haciéndola ver como una ninfa. Sus pechos rebotaban y sus
pezones rozaban sus piernas, jadeante, se sentó en la cama y serena lo
miro con el ceño fruncido, George tomó sus pechos en ambas manos y la
obligó a recostarse sobre él, haciendo que sus pechos encerraran su pene
para frotarlos de arriba a abajo, serena sonrió y George cerró los ojos
complacido con la calidez y la suavidad de esos pechos sobre su miembro
palpitante. Sentía su propio clímax tan latente que necesitó de toda su
fuerza para no acabar así con ella. Serena sonreía coquetamente cuando
se soltó de aquella maniobra y obligó a George a recostarse por
completo. Ella se sentó a ahorcajadas sobre sus caderas y se inclinó a
besarlo en los labios. Era tan bella y estaba completamente hecha para
él. Era una fiera y anhelaba tenerla sobre él, rodeándolo por completo.
–Te quiero dentro de mí, George, quiero que me llenes de ti.
George jadeó al sentir a serena subiendo por su torso y
colocando su miembro en la entrada de su sexo, rebosante y
magníficamente mojado. Se sentó sobre él y se lo llevó hasta el fondo de
su ser, lo rodeó y aprisionó como un puño apretado exuberante y
caliente.
Se sintió en la gloria.
Serena lo montó con desenfreno, estaba totalmente
desinhibida y su cuerpo delgado saltaba sobre el fuerte y grueso tronco
de George que solo jadeaba y gruñía como una bestia feroz. George la
sostuvo de las caderas y tomó un pecho en sus manos, ahuecando mientras
ella se movía a su ritmo, George levantaba las caderas para llegar más
adentro y serena agradecía eso gritando como una fiera salvaje. Entonces
él, la tomó por las caderas levantándola y gateando sobre ella, la
depositó de estómago sobre la cama y ella, sabiendo lo que planeaba
hacerle, levantó su trasero, dejándolo al aire y con una invitación
descarada a que se hundiera en ella desde atrás.
–Anda bebé, quiero sentirte profundo.
George tragó en seco y la penetró en una sola y certera
embestida feroz. Su miembro entró tan profundo, que le pareció sentir
que le llegaba a tope.
–Estas tan deliciosa, serena, realmente deliciosa.
La embistió tan fuerte que serena se azotaba contra las
colchas, no resistió más y tubo otro feroz orgasmo que la sacudió de
pies a cabeza, dándole la razón a George, era el paraíso y
sencillamente, ella quería estar ahí con él, para siempre si fuese
necesario.
George notó que este orgasmo había sido más violento que
el anterior, sus músculos interiores los aprisionaron y casi lo arrastra
con ella en el vaivén de ondas placenteras.
Sin poder más, los arrastró junto a ella a su propio
clímax, la llenó de su semilla explotando en su interior. Sintió como su
piel erizaba y lleno de espasmos, gritó y apretó los ojos tan fuerte
que vio lucecillas. Estaba extasiado y su cuerpo descansó sobre la
espalda de Serena, quien estaba totalmente complacida y calmada.
–Para ser una fiera, te portaste bastante bien.
–Creo que eh sido domesticada contra mi voluntad y cordura.
–Eso funciona para mí, definitivamente funciona para mí.
Luego de tal acto, juntos fueron a la ducha y tomaron un
baño de largas horas, acentuando el extraño encuentro que acababan de
tener. Era todo sensual y sexual, no había más atracción entre ellos que
esa, pero definitivamente, esa noche, habían ligado a algo.
Algo fuerte.
Pasaron la noche juntos y a la mañana siguiente, ambos se
levantaron para ir a buscar sus respectivos vehículos y desayunar.
Estaban embargados en juegos románticos y deseosos de poder pasar otra
noche juntos, pero el mundo real estaba ahí afuera y quería continuar
con sus vidas. No podían sentarse a imaginar una vida de adolecentes
prendados por solo una noche de sexo.
–Te llamaré, lo prometo, cuando salgas de esa agencia, iré por ti y saldremos, ¿está bien?
Serena sabía que tanta veracidad tenían esas palabras.
Ninguna.
–Está bien. –dijo tristemente.
Condujo su auto hasta Hollywood. Entró a la agencia lo
más estilizada y elegante que pudo. El hombre del cual le habían
hablado, estaba esperándola atento a la sesión fotográfica que tenía
enfrente. La música y los clics de las mamaran hacían un ambiente
sofocante y estresante.
Era la vida que ella quería.
–¿Eres la chica de san Francisco?
Serena estiro su mano para estrechársela.
–Serena Richmond.
El tipo la miró de pies a cabeza e hizo unas señas. Se
llevaron a Serena y la maquillaron, vistieron y arreglaron para una
sesión fotográfica exprés. Estaba sorprendida pero puso todo de su
parte. Cuando la sesión terminó, ella quiso hablar con el hombre, pero
este no la atendió.
–Cariño, habla con el Relacionador público y firmas tu contrato de inmediato.
A serena no le cabía más felicidad, corrió a cambiarse y
desmaquillarse, preguntó dónde estaba la oficina del Relacionador y al
llegar entró sin tocar.
La imagen la lleno de nerviosismo y sin pensarlo dos veces, se lanzó a los brazos de aquel hombre.
George se detuvo ante la imagen de Serena parada en la puerta de su oficina.
Estaba ahí y él no podía creerlo. Se lanzó a sus brazos y
la besó con ímpetu, estaba llorando, contenta y el al verla quiso hacer
lo mismo.
–No sabía que trabajabas aquí.
–No hablamos mucho. Pero veo que de esto se trataba tu entrevista.
Serena sonrió y lo besó nuevamente.
–Pues, ya no es necesario que me llames, no me iré a ningún lado.
Fue muy rápido como decidí viajar a Grecia de vacaciones, encontré en una aerolínea un paquete increíble en un hotel maravilloso, con vista al mar desde todas sus habitaciones. En cuanto llegue al hotel registre mi entrada y me indicaron el numero de la que iba a ser mi hogar durante este viaje de ensueño.
Mi habitación era completamente blanca...como era la tradición en Santorini…todo blanco y azul…tipo loft…la recamara estaba en un segundo piso junto con el baño, este no tenia puerta, pero si tenia unos paneles de vidrio oscuro que permitían privacidad, en el primer piso había un juego de sillones blancos junto a un bar con infinidades de tragos para elegir…pero lo mejor era la terraza…daba directo a la piscina con una maravillosa vista la mar…
Luego de dejar mis maletas en la recamara tome un baño…para dejar atrás el largo viaje en avión…termine de ducharme, me puse un trikini azul y un vestido blanco muy ligero…
El sol estaba exquisito y el agua increíble…todo tranquilo y delicioso…
Habían unas mucamas repartiendo toallas en las reposeras…y decían algo sobre una celebridad que arribaría al hotel esta tarde…alguien importante debe ser ya que las jóvenes estaban muy entusiasmadas…
Los primero 3 días de mis vacaciones solo me dedique a tomar sol, recorrer los lugares turísticos y descansar por las noches…y bueno mirar a un tipazo moreno que salía a nadar a la piscina todas la mañanas…que hombre mas atractivo, nos repartíamos miradas muy coquetas, pero hasta el momento nada mas…al 4º día por la mañana me llego un invitación a mi habitación, para una fiesta de antifaces en la piscina del hotel esta noche y decidí ir…lo encontré de lo mas entretenido y muy sensual…
Después de cenar empecé a prepararme para la fiesta de mas tarde, me duche y puse crema a todo mi cuerpo, me puse un vestido corto de color negro sin tirantes, delinee mis ojos con sombra negra para destacar el color miel de mis ojos y un brillo rosa en mis labios…al final me puse mi antifaz negro con una plumas hermosas color púrpura…tal vez con suerte lograba conquistar al atractivo hombre de la piscina.
No quise salir por la terraza así que salí de mi habitación y entre a la fiesta por el hall central del hotel…había mucha gente, todos muy bien vestidos y con sus antifaces, a los pocos segundos de mi entrada se acerco un mozo con una copa de champagne…la recibí y me dirigí hacia la piscina del hotel…
Di unas vueltas hasta que me quede conversando con unas muchachas muy simpáticas, bebí mas champagne y comimos delicioso…en un momento me pare para ir al baño…durante el camino a este mire alrededor en busca de este hombre, pero no lo encontré. Salí del baño con intenciones de volver a mi habitación, pero lo vi…mi corazón comenzó a latir a mil por hora…este hombre se veía bellísimo…me miro, me hizo señas para que me sentara en la barra con él, y yo ni tonta ni perezosa fui a sentarme junto a él…estuvimos conversando por largo rato, de la vida, gustos, de todo…cada vez que él hablaba me daban unas ganas de lanzarme a sus labios por lo mismo comencé a tomar tequila, cada vez que movía sus labios yo me llevaba un limón a la boca, para así saciar esas ganas inmensas de besarlo…
De repente se paro a mi lado y me ofreció su mano…
- Bailamos?...
- Claro – me pare como pude…estaba hecha un nudo de nervios…bailamos durante mucho rato y de forma inesperada se detuvo, sonrió y tomo de mi mano y salimos corriendo del salón, en realidad me llevo corriendo del salón, en cuanto llegamos al corredor nos detuvimos y comenzamos a caminar en dirección hacia las habitaciones del hotel.
109…ese es el número de la habitación que entramos…me abrió la puerta como todo un caballero…
- Deseas algo de tomar?...Tequila?
- Si…tequila es perfecto – camine alrededor de la habitación era muy parecida a la mía, pero la recamara se encontraba en la planta baja.
Solo sirvió un vaso, no se porque, yo estaba de espaldas hacia él, se acerco, puso algo en mi hombro y luego lo beso retirando lentamente todo el contenido que antes había puesto…se puso frente a mi…mordió el limón que tenia en sus manos, bebió del vaso un poco de tequila y beso mis labios…para que yo bebiera de los suyos…
Continúo poniendo sal sobre mi pecho e hizo lo mismo…con su lengua retiro toda…toda la sal…mordió el limón y me beso, pero ahora fue mas apasionado, intente quitarme el antifaz, pero él fue mas rápido y detuvo mi mano…suavemente al oído me pidió que no lo hiciera, bajo mi mano y la puso en mi espalda, me beso y bebí mas tequila de sus labios…mientras nos besábamos tomo de mi cintura y me levanto para sentarme en la mesa del comedor…abrace sus caderas con mis piernas, él suavemente con sus brazos en mi espalda me recostó sobre la mesa…en ese instante subió un poco de mi vestido para dejar mis caderas al descubierto…
Puso mas sal sobre el lado izquierdo de mi cadera, puso el limón en mi boca y nuevamente retiro la sal besando mi cuerpo…luego continuo mordiendo el limón de mis labios y lo retiro bruscamente, bebió tequila y me besó ardiendo en pasión…
De un momento a otro tomo de mi cuello y me acerco hacia él, yo aun mantenía mis piernas abrazando su cintura, pero cuando mi cuerpo se junto con el suyo mis caderas quedaron sobre las suyas…nuestros cuerpos se amoldaban a la perfección…yo sentía todo lo que su intimidad sentía…mis pechos todo el calor de su pecho y mis labios todo el ardor de su boca…
Los dos aun seguíamos con nuestros antifaces…
Dejo de besarme para sacar la ropa interior de mis caderas, pero sin dejar de besarlas…continuo sacando por completo mi vestido y me tomo abrazando mi espalda, apegando mis pechos a su cuerpo y de un movimiento brusco dejamos la mesa atrás y el frío de la pared se convirtió en mi apoyo para que él continuara besando mi cuello, mis pechos, mi cintura…intente con mis manos recorrer su pecho, pero nuevamente con un movimiento brusco y rápido las tomo y la puso sobre mi cabeza…
En ningún momento dejo de besarme…beso todo mi cuerpo de la cintura hacia arriba…hasta que se detuvo en mis pechos…jugo con su lengua sin parar, la movía hacia arriba y abajo…sentía su respiración agitada, pero no mas que la mía…ahora su lengua esta en mi oído…suavemente me pidió…
- No hagas nada…solo déjate llevar…no respondas a mis caricias solo disfrútalas…y cierra los ojos…
No fui capaz de decir ni una sola palabra…y continúo mordiendo mis labios…
Retiro la mano que sostenía mis muñecas y con algo frío muy frío comenzó a recorrer desde mi cuello hasta mis pechos…todo el ardor que sentía se transformo en un frío excitante que no me dejaba respirar con regularidad solo me preemitía jadear…jadear de placer…el hielo continuo por mi espalda rodeando mi cintura hasta llegar a mi ombligo desde ahí siguió por una línea vertical hacia abajo…hacia mi intimidad…el hielo de deshizo en esa parte de mi cuerpo…de pronto todo el frió que sentía se transformo en un calor intenso al experimentar su miembro cerca de mi cuerpo…era como si estuviéramos físicamente hecho el uno para el otro…estábamos amoldados a la perfección…
Comenzó un Bay ven en sus caderas, pero sin separarse de las mías…lo sentía dentro de mi ser…él ya no podía mas de placer al igual que yo…por un segundo abrí mis ojos y vi muchas gotas de sudor recorriendo su torso desnudo, a pesar de la poca luz se veía dorado y muy tonificado…
Nuevamente en un movimiento brusco, pero lleno de placer me tomo sin dejar que su cuerpo se separara del mío y fuimos directo a la cama…ahora la fría pared se transformaba en una suaves sabanas y una cómoda almohada…él siguió sobre mi, sin dejar de mover sus caderas…adentro y afuera…a un ritmo perfecto, yo ya no podía mas de placer…con todo lo que él hacia mi cuerpo se estremecía al sentir sus manos, sus labios, su respiración, su torso…su lengua en mi desnudo cuerpo…ya en sus últimos movimientos, beso apasionadamente mis labios, y puso luego los suyos en mi oído…al mismo ritmo que él movía sus caderas escuchaba sus jadeos de placer tan intensos que se transformaron en los míos…cada vez iba acelerando esas maravillosas envestidas hasta que en una muy fuerte e intensa…los dos gritamos de placer juntos…como si fuéramos uno solo…luego de recuperar el aire…me beso muy tiernamente, se aparto de mi, pero solo para abrazarme fuerte y apoyar su cabeza sobre mi pecho y dormir hasta la mañana siguiente…
Desperté muy temprano…al menos eso creía yo…mire a mi lado y no había nadie…solo encontré una bata blanca y mi vestido con el resto de mi ropa a los pies de la cama…él ya no estaba…me pare mas que rápido muy avergonzada de encontrarme sola en aquella cama, me puse la bata, tome mi ropa, mis zapato y salí por la ventana de la terraza a la piscina…camine por el costado de esta hasta entrar a mi habitación del mismo modo…corrí la ventana y las cortinas…me quede de pie frente a los sillones sorprendida…no lo podía creer…decenas de flores repartidas en mi habitación…todas rosas rojas…continué alrededor de los sillones admirando tal cantidad de flores…pero me detuve en un ramo que estaba en el primer escalón de la escalera…tenia una nota…
“Espero y te guste que haya decorado tu habitación con flores, no son tan hermosas como tu, pero te alegraran el día…un beso”
Mi corazón comenzó a latir a mil por hora…tome el ramo y subí las escaleras para llegar a mi cama…en ella había una sola rosa roja…también con una nota al lado…
“Debes estar lista a las 10 am…sorpresa…sorpresa”
Ay! Dios mío…esto me tiene como una adolescente…mi corazón se aceleraba con cada palabra de esta nota, pero será cierto?...fue una noche increíble…pero solo una noche…no debo ilusionarme demasiado…
Deje la flor a un lado y entre al baño para darme una ducha…mientras me bañaba a mi mente llegaban unas imágenes como flash back de la noche anterior…aun tenia su olor impregnado en mi cuerpo…aun sentía sus manos en mi cintura…
Salí del baño…me estaba poniendo ropa interior cuando tocaron a la puerta, me puse su bata muy rápido y baje las escaleras…me quede paralizada antes de abrir la puerta…por fin nos veríamos las caras y eso me aterraba…
Me arme de valor y abrí la puerta, daba lo mismo que me viera con bata…él ya conocía cada parte de mi cuerpo…Al abrir por completo la puerta no fui capaz de mirarlo a la cara, pasaron unos cuanto segundos que parecían eternos y el con su mano tomo mi mentón y levanto mi cara para que quedáramos mirándonos a los ojos…sus ojos de color café oscuro como el chocolate…no me pude despegar de ellos…para variar él tuvo que hacer algo para reaccionar…ladeo su cara y sonrió luego beso suavemente mis labios…
No lo podía creer…la magnificencia de su rostro…sus hermosos labios delineados a la perfección, su sonrisa blanca y resplandeciente…su cabellera oscura…todo combinaba…el color dorado de su piel…de nuevo quede embobada y a la vez muy avergonzada al contemplar su bello rostro…
- Esa bata es mía…me la devuelves?...
- Aah…si…pero como se que es realmente tuya? – era verdad…cualquiera que entrara a mi habitación podía ser el hombre de la noche anterior…
- No me crees…esta bien…
Se acerco a mi, pero paso por mi lado, se puso detrás mío y lentamente comenzó a desatar la bata que yo tenia puesta, la deslizo lentamente hasta la altura de mis pechos, corrió el tirante de mi brasier y beso suavemente mi hombro y me dijo muy despacio al oído…
- Ahora me crees?…fue suficiente para que sepas quien soy…
No dije nada…nuevamente se acerco a mi y dijo…
- Pronto serán las 10, será mejor que te apures…si por mi fuera me quedaría aquí para siempre…
Me arreglo la bata, se paro frente a mi y amarro el alzo alrededor de mi cintura, mis mejillas ya no podían del rojo que estaban…con su mano las acaricio y continuo hasta mi mentón el cual beso muy despacio…
Subí las escaleras para terminar de vestirme…desde mi recamara continué contemplándolo…era de una belleza insostenible…piel morena…dorado por el sol de Grecia…sus ojos…no me cansaba de mirar sus ojos…como chocolate…y las imágenes que se venían a mi cabeza de su cuerpo…hacían que el mío se estremeciera cada vez mas…su abdomen extremadamente marcado, sus brazos fuertes…muy fuertes para sostener el mío con tanta facilidad…
Termine de vestirme y baje las escaleras…él estaba frente a la ventana de la terraza contemplando la inmensidad del mar…que para mi solo se le comparaba a él…
Se dio media vuelta…y me pregunto…
- Estas lista…te ves hermosa…nos vamos?
- Gracias…si cuando tu quieras…
Salimos del hotel y nos subimos a un auto…no se mucho de autos, pero este si lo conocía…era mi favorito…un Mazda 3 de color gris oscuro…él abrió la puerta y espero a que yo me sentara y luego la cerro…él por su parte se subió al asiento del conductor, encendió el motor y condujo sin decirme hacia donde nos dirigíamos…también los vidrios oscuros del coche no me permitían ver por donde íbamos…vaya esta si que es una sorpresa…
Nos detuvimos pasado unos 20 minutos…
- Esperame aquí…
Se bajo del auto…se acerco a mi puerta y la abrió…me ofreció su mano para bajar del carro…en cuanto estuve de pie frente a él, bajo mis lentes de sol que llevaba sobre mi cabello y sin soltar mi mano caminamos hacia el mar…
No quise preguntar nada…la verdad me moría de la vergüenza, no lo conocía…solo nuestros cuerpos lo hacían…sus manos leyeron por completo a mi cuerpo, solo mis labios conocía a los suyo, pero nada mas…ni siquiera sabia su nombre…
Nos paramos frente a un pequeño puerto…allí había un señor esperándonos en la entrada de un pequeño barco…
- Te atreverías a ir conmigo mar adentro…
- Ya estoy aquí…esa pregunta sobra…
Subimos al barco, me dejo sentada en unos sillones en la cabina y él salio de ella…por lo que vi a través de la ventana fue a despedir al amable señor que nos estaba esperando, al perecer éramos solo él y yo…
El barco comenzó a moverse, yo estaba demasiado nerviosa como para desconfiar, así que respire hondo y subí a donde estaba él…
Ya se había quitado la camisa…solo quedo con unos pantalones negros…me pare a su lado, me miro y me tomo por la cintura y me acerco a él…el viento soplaba tan fuerte producto de la velocidad a la que íbamos…por donde mirar estaba la majestuosidad del mar…no hablamos absolutamente nada durante el viaje…hasta que se detuvo y anclo el barco en el mar, beso mi frente y me dijo…
- Ya hemos llegado…ven…acompáñame…
Seguí en todo momento a su lado, me llevo al otro extremo del barco donde se encontraban una toallas en el piso del lugar…me abrazo…y lentamente desabrocho el vestido que traía…
Él desabrocho sus pantalones y se los saco por completo…solo quedo con un traje de baño muy ceñido a su cuerpo…después de quitarme el vestido hizo que me sentara en las toallas que él dispuso en el piso del barco…me senté en una de ellas, pero estaba tan nerviosa que rodee mis rodillas con los brazos…al verme así se sentó junto a mi y me abrazo, beso mi mejilla y en un movimiento rápido se puso a mis espaldas…sentí sus manos deslizarse con delicadeza sobre mis hombros…algo tenían ellas era tan suaves que cerré mis ojos y me deje llevar…sus caricias continuaron por mi espalda, cintura y luego mis brazos…me recosté en la toalla y empezó a pasar sus manos tan suaves por mi abdomen, pechos y cuello…termino por acariciar mis piernas por completo…se recostó a mi lado y me dijo…
- Ahora estas 100% protegida del sol…no permitiré que tu piel se dañe en nuestro paseo…
Abrí mis ojos y le dedique una sonrisa…entre el Sol, el Mar y él…yo me encontraba en el paraíso…desde ahí en adelante todo fue mas natural…conversamos nuevamente de todo, nos reímos muchísimo…
Comimos mucha fruta, bebimos unos jugos deliciosos…y tomamos sol durante toda la mañana…y me pidió…
- Te meterías al mar conmigo?...
- Noo…lo siento…que miedo…
- Vamos…prometo que no te dejare…
- Bueno…pero entra tu primero…
Se zambullo en el mar y espero por mí, era verdad que me daba terror hacer lo mismo, así que baje lentamente por unas escaleras que terminaban directamente en el mar…y por supuesto él esperaba por mí…